Hablar de Evaluación, es pararles los pelos a los estudiantes.
Hablar de Evaluación es pararles los pelos a los
estudiantes; como decíamos en la escuela, “ese examen que nos hizo el profe,
hasta los pelos me paro”…. La evaluación siempre ha sido un tema mero complicado
en todo proceso de aprendizaje.
A continuación una breve reflexión sobre la concepción
de evaluación a la luz de la maestra Miriam González
Pérez, del Centro de Estudios para Perfeccionamiento de la Educación Superior, Universidad
de la Habana*.
La búsqueda de la excelencia en la educación superior
es una exigencia actual que compromete a todos aquellos implicados en las
tareas educativas y a todos los ámbitos, facetas y componentes del proceso de
formación de los futuros profesionales.
La evaluación educativa y en particular, la del
aprendizaje de los estudiantes, constituye en este contexto un tema de singular
interés, por su importancia, complejidad y por la vigencia de numerosos
problemas pendientes de solución.
Los desafíos a la educación superior que aparecen a
las puertas del nuevo milenio argumentan las propuestas de transformaciones en
la evaluación del aprendizaje, que llevan a cuestionarse concepciones y formas
extraordinariamente asentadas en la práctica. En esta dirección, Eileen Moran
Brown, Presidenta del Cambidge College, Nueva York, en sus interesantes
reflexiones bajo el rubro de “¿Qué necesita la sociedad de la educación
superior?” (1998) plantea que el cambio necesario de la educación superior
“requerirá de un re-examen de sus dogmas centrales y sus vacas más sagradas”; y
propone una reconceptualización de ideas básicas, tales como: “La idea de que
hace falta un número de créditos para calificar un grado... La idea de que las
pruebas y tests evalúan lo que saben los estudiantes y en lo que se están
convirtiendo... La idea de que los promedios de notas particulares y grados son
medidas bastante precisas de los resultados, productos o outputs de una
institución” (p. 2).
La Evaluación puede tornarse, sino se sabe aplicar, en
un obstáculo para el aprendizaje del estudiante, se puede decir que una de las
causas de las insuficiencias latentes en los procesos de formación y superación
de los profesionales que se llevan a cabo en las instituciones de educación
superior puede encontrarse en la falta de una conciencia plena acerca del
alcance de la evaluación, de sus funciones y de su aplicación. Asimismo, se
revelan fallas en la organización y planificación de la evaluación, en las que
en no pocas ocasiones se violenta la propia esencia del proceso
docente-educativo, pues se subordina a la conveniencia o posibilidades
circunstanciales de factores externos no precisamente académicos, como pueden
ser los locales, el tamaño del grupo, el horario, períodos lectivos, entre
otros.
Esta idea da base al propósito científico de
reconstruir una concepción de la evaluación del aprendizaje desde la
perspectiva teórica más general del desarrollo humano y de las metas que una
sociedad determinada se plantea en la formación de las nuevas generaciones de
profesionales, la misma que conduce a delinear y argumentar las características
y condiciones de una evaluación formativa del aprendizaje.
Considero como
evaluación formativa o educativa aquella que coadyuva al desarrollo del
estudiante en correspondencia con las regularidades esenciales del proceso de
formación del individuo (de los estudiantes) y con las finalidades sociales que
signan dicha formación en nuestra sociedad.
Tiene, en principio, entre sus rasgos:
- Cumple
funciones que posibilitan orientar y regular el proceso de enseñanza
aprendizaje hacia los objetivos de formación, mediante el diagnóstico y
valoración de los estados y progresos del estudiante y del proceso mismo de
aprendizaje.
- Promueve
el desarrollo del estudiante. La aplicación de métodos genéticos de diagnóstico
y evaluación de las propiedades psíquicas previstas en los objetivos, impulsa y
favorece el proceso de su formación en el contexto de la enseñanza y permite
establecer direcciones del desarrollo individual coherentes con objetivos
socialmente relevantes.
- Constituye
objeto de aprendizaje, es decir, se aprende por el estudiante, como condición
para el desarrollo de su autovaloración y autorregulación, que constituyen formaciones psicológicas esenciales de todo
profesional, previstas en los objetivos de la educación superior. El evaluado
deviene en evaluador.
- Se
erige sobre el principio de la unidad de lo afectivo y lo cognitivo, explorando
las vías que permitan valorar integralmente el aprendizaje de los estudiantes,
de modo holístico y contextualizado.
- Cumple
las condiciones (relativas a finalidades, tipo de exigencias, formas de
realización) que favorecen el desarrollo de valores esenciales como la
honestidad, la responsabilidad, el colectivismo. Particularmente, la evaluación
con carácter educativo, no propicia la aparición de “estrategias de
supervivencia”, como pueden ser las conductas fraudulentas en los estudiantes,
en tanto lo que exige y como lo exige tiene una significación social y un
sentido personal pertinentes con los fines educativos que rigen su preparación
profesional.
- Regula
u orienta al estudiante hacia la profundización en el estudio, mediante el
desarrollo de su motivación, la conciencia de su importancia personal y social
y la formación de estrategias de aprendizaje.
La propuesta, lleva consigo un replanteamiento, cuando
menos, de varios aspectos centrales y básicos: la concepción de la evaluación y
sus objetivos, el modo de concebir el aprendizaje -objeto de evaluación- y la
relación evaluación aprendizaje.
Estos aspectos permiten enfatizar los vínculos de la
evaluación del aprendizaje con las demandas de la sociedad en cuanto a la
formación de los egresados, las bases o fundamentos que se derivan de la
concepción del aprendizaje y sus implicaciones para la evaluación, así como las
funciones de la evaluación, en especial la función regulativa de la evaluación
sobre los sujetos del proceso de enseñanza aprendizaje. Todo ello repercute en
las formas de planificar y realizar la evaluación.
La importancia y posibilidad de estudiar la génesis de
las formaciones psicológicas del individuo durante su actividad vital, social;
las relaciones que se dan entre la actividad externa e interna y las
regularidades de transformación de una en otra; el principio de la unidad de lo
afectivo y cognitivo; las relaciones que se dan entre el desarrollo y la
enseñanza y en especial, el concepto de enseñanza desarrolladora y de zona de
desarrollo próximo; son, entre otros, aspectos trascendentes para, sobre su
base, abordar la evaluación del aprendizaje.
Los aportes de las corrientes socio críticas en la
educación, en particular de la Pedagogía y de la Sociología, son significativos
para la evaluación educativa y marcan el paso de las ideas más progresistas en
este campo. Muchos de los planteamientos que se realizan desde esta perspectiva
son coherentes con postulados del Enfoque Histórico Cultural, aun cuando estas
corrientes han puesto, más énfasis en las críticas que en las soluciones, sin
desconocer lo valioso de sus propuestas y la importancia del análisis crítico
de la evaluación tradicional, cuyas características han develado de manera
diáfana y argumentada.
Las ideas elaboradas desde estas perspectivas permiten
reconocer que la evaluación del aprendizaje es un fenómeno multideterminado.
Responde a necesidades económicas y sociales, institucionales, personales.
Depende de las exigencias derivadas de dichas necesidades y de “los modelos a
través de los cuales la pensamos” (Sacristán, 1993).
¿Qué se entiende por evaluación del aprendizaje?
(concepción), ¿Para qué evaluar? (finalidades), ¿Qué evaluar? (objeto de la
evaluación), ¿Quiénes evalúan? y ¿Quiénes deben conocer los resultados?
(participación), ¿Cómo evaluar? (procedimientos, técnicas, medios), ¿Cuándo
evaluar? (condiciones temporales y otras).
Las respuestas a estas interrogantes han sido y son
diversas, evidencia de variadas concepciones y prácticas. En un plano conceptual
sobresalen, de modo global, dos enfoques o paradigmas que se vinculan con los
llamados enfoques cuantitativos y cualitativos de la evaluación.
El primero de corte tecnicista, eficientista, con base
pragmática y positivista, preocupado por una objetividad y cientificidad
basadas en la neutralidad de la evaluación y en la rigurosidad de las
mediciones, y que ha predominado en la mayor parte del presente siglo.
El otro, como contrapartida del primero, de proyección
“crítico social”, de corte hermenéutico, cualitativo, que busca el análisis a
profundidad y destaca lo ideosincrático de la situación educativa y se esfuerza
por mostrar y valorar las implicaciones sociales y personales de la evaluación
y sus determinantes.
Fuente: http://www.monografias.com/trabajos91/herramientas-evaluar-enfoque-competencias/img4.png